Mont Aiguille, tótem "inaccesible"
Estábamos pensando en escalarlo, con un espíritu deportivo un poco presuntuoso, pero nadie quiere subir a la cima del Mont Aiguille, con sus paredes verticales con delicados pasajes de cuerdas. Al final, la opción del “viaje remoto” resultó ser más apropiada. Por un lado, es accesible a todos; por otro lado, te permite disfrutar más de tu perfil que cuando estás pegado al acantilado. Entre las rutas, la que lleva al Pas de l’Aiguille es un clásico. A medida que este verano llega a su fin, los turistas excursionistas han desaparecido y el lugar está libre. Estamos a 1.206 metros de altitud, en Les Fourchaux, un callejón sin salida situado cerca de la aldea de La Richardière, municipio de Chichilianne. Frente a nosotros, la barrera de Vercors, que debemos «escalar», es decir, 500 metros de desnivel, para pasar desde las estribaciones hasta el saliente de piedra caliza, en la reserva natural del altiplano de Vercors.
Curso de geología aplicada
A lo largo del camino que sube en un rincón del macizo, nos encontramos ante el Mont Aiguille. O más bien “retrocedemos”. Cada vez que lo miras, ocurre la magia. Fascinación ante su forma tan geométrica, un diente cuadrado con cima de panqueque, sobre acantilados de más de 300 metros de altura y laderas de pedregal alfombradas de árboles. ¡Un curso de geología aplicada en vivo! “Aquí es un lugar de alta resistencia a la erosión”, afirma Pascal Lluch, guía de media montaña y habitual del lugar. En la base, margas y calizas blandas; arriba, piedra caliza más resistente: eso fue todo lo que hizo falta para que el Mont Aiguille adquiriera con el tiempo su forma característica y “destaque” del Vercors.
El certificado de nacimiento del montañista.
Desde mitos hasta leyendas, esta hipnótica montaña intriga y muchos se han preguntado sobre su origen sobrenatural. No fue hasta 1492 que un señor de Lorena, Antoine de Ville, capitán del rey Carlos VIII, realizó la primera ascensión a este espolón entonces llamado «Montaña Inaccesible». La hazaña tiene tal repercusión que los escritos de esta ascensión han llegado hasta nuestros días. Esta “escalada”, para algunos, marca efectivamente el nacimiento del montañismo. Una vez superado el Pas de l’Aiguille (1.622 metros), sobre los prados de la meseta salpicados de pinos montañeses, aún se puede ver la cima, apartada del camino, el puñetazo definitivo con aspecto de ciudadela inexpugnable. A veces parece ancho e imponente, a veces estrecho y reducido a una simple… aguja. Los buitres, que reaparecen en el Vercors, lo sobrevuelan, reforzando el parecido con un inselberg del Gran Oeste americano. Un día, el Mont Aiguille desaparecerá… Pero todavía hay tiempo para disfrutar de este maravilloso espectáculo.