Dunkerque: el carnaval de toda locura
Todos tenemos presente el carnaval de Venecia, el más conocido y que ha dado lugar a numerosas películas, obras de teatro y óperas. Pero ¿quién sabe que en la ciudad de Dunkerque, la ciudad sabia y trabajadora del norte de Francia, es una auténtica locura que se apodera de la población durante un mes? Déjate llevar por este torbellino mientras toda la ciudad se calienta y se calienta hasta hervir.
Pescadores de Islandia
Los orígenes del carnaval de Dunkerque se fusionan con las celebraciones que, hace más de un siglo, precedieron la partida de los pescadores hacia los Grandes Bancos de Islandia. Antes de embarcarse para seis meses de trabajo agotador en barcos donde el infierno nunca estaba lejos, los marineros solían hacer frenéticas incursiones.
La tradicional chaqueta encerada amarilla que llevaba la banda de música que anima las calles de Dunkerque en aquella época.
Hoy, entre enero y marzo, las «pandillas» deambulan por los distintos barrios de la ciudad. El punto culminante de este loco carnaval son los Trois Joyeux, tres días gordos de domingo a martes. Qué energía, qué pesca, incluso un poco lejos de esta ola, que siempre se mantiene bondadosa, todos vibran al unísono.
Miles de disfraces locos
El día de carnaval los travestis son dueños de la acera y lo hacen saber. Lo añaden al lápiz labial morado que les marca con neón, pelucas fluorescentes y rubor. Se ponen mallas ajustadas que favorecen sus torsos en forma de barril y se posan sobre tacones altos que se rompen en menos de una hora, pero, ¿qué importa? ¡Eso no les impide levantar las piernas en jigs desaliñados!
Detrás crece, grita, canta y las primeras filas de «barraqués» codo con codo se preparan para contener a la cohorte que presiona… Es el juego ancestral de la multitud que interrumpe mientras «rebuzna» un placer empapado de cerveza y enebro!
viejos mitos paganos
Con motivo del carnaval, viejos mitos paganos salen a la superficie como para exorcizar miedos mal curados. Los demonios arcaicos, nacidos en los bosques primitivos, reaparecen en el momento para recordar los tormentos soportados por nuestros antepasados.
¿Un disfraz especial? Sin duda, pero eso refleja bien el estado de ánimo del carnaval de Dunkerque: con una sonrisa.
En el norte son los gigantes los que vigilan a Belcebú. Hay más de 200 en la región, como Reuze Papa y Reuze Maman, que alzan sus siluetas, impresionantes y bonachones, en medio de los desfiles.
Finalmente llega el esperado momento del «rigodon», ese alboroto final que termina con un ferviente canto patriótico dedicado al héroe de la ciudad: la «cantata» al famoso corsario Jean Bart.