Le Canigou: la montaña catalana, dueña del tiempo
La mítica montaña catalana, el pico Canigó (Pirineos Orientales), se eleva cerca de las nubes a 2.784 metros de altitud. Nunca brilla tanto como cuando está cubierto de nieve, destacando sobre un paisaje de matorral y huerta.
Lo vemos en todas partes y para todos aquellos que viven en la naturaleza, el Canigó es el dueño del tiempo que hace de lo que pasa. Los pescadores del Golfo de León leen la evolución del tiempo en las nubes que se aferran a su cima. Según sus nevadas, desde el viñedos y huertas del Rosellón, en los bosques de sus estribaciones, calculamos la evolución de las estaciones. ¿Es de extrañar que, en el solsticio de verano, procedentes de ambos lados de los Pirineos, los catalanes suban hasta allí para encender una hoguera de verano? Es imposible vivir más de unas pocas semanas con la vista puesta en esta cumbre sin sentir el irresistible deseo de escalarla, sobre todo porque la ascensión no requiere verdaderas habilidades de alpinismo. ¿Pero qué camino deberías tomar?
Vernet-les-Bains en primavera.
La primera aproximación es la más clásica: se trata del recorrido que parte del chalet-hotel Cortalets, al que se accede desde Vernet-les-Bains por un camino largo, empinado y lleno de baches. Es por esto que sugerimos a los turistas que tomen prestado un vehículo 4×4 con conductor. En Les Cortalets estamos a 2.150 metros de altitud, los 600 metros restantes son una caminata de 2 o 3 horas, dependiendo de la condición física y la capacidad para caminar por la montaña. Porque no ? Pero Canigou merece algo mejor. Los auténticos amantes de la montaña elegirán la segunda ruta, teniendo como punto de partida el casa del bosque de Mariailles, a la que se llega en coche desde el pueblo de Casteil (inmediatamente al sur de Vernet-les-Bains), por el Col de Jou. Partimos, pues, a 1.710 metros de altitud, y caminamos durante un largo rato por una suave pendiente y sotobosque, antes de iniciar el ascenso propiamente dicho.
Además, el Canigó es deseado porque permanece invisible durante mucho tiempo. Y luego, saliendo del bosque, cruzamos un barranco y comenzamos a subir fuertes pendientes, pero por un sendero fácil. A la izquierda, aquí está el Canigó. A la derecha se alza una cumbre más discreta: el Puig Sec que culmina a 2.665 metros. Entre ambos aparece un paso: la Porteille de Valmanya. Vale la pena detenerse ahí. No sólo para recuperar el aliento antes del último tramo de la subida, sino también porque hay muchas posibilidades de ver una manada de rebecos.
El final de la subida, siempre por un sendero, requiere una pequeña subida, aunque no difícil, en el hueco de lo que los montañeses llaman chimenea. Se encuentra encima del paso Brèche-Durier. Al ser esta ruta menos transitada que la ruta normal desde el chalet de Cortalets, sin duda os sorprenderá encontrar mucha gente en la cumbre. El panorama es simplemente irreal: la vista se extiende sobre todo el Rosellón así como el Pirineo Oriental.
Situada en lo alto de un nido de águila, entre escarpadas laderas cubiertas de bosques, la abadía de Saint-Martin du Canigou fue construida en el siglo XI bajo la dirección del conde de Cerdaña. A medida que la influencia musulmana disminuyó en España, la abadía catalana se convirtió en un importante centro de comercio entre los dos países. Prefigurando el crisol del renacimiento intelectual en Occidente.
Quienes puedan regresar desde Casteil experimentarán la forma más bella de terminar la caminata: bajando por la abadía de Saint-Martin du Canigou. El mapa muestra claramente el recorrido: encontrando el camino ancho que se adentra en el bosque, seguirlo por la derecha hasta el puerto de Ségal, donde un camino empinado desciende directamente hacia la abadía. Colgado de la montaña a más de 1.000 metros de altitud –justo por encima de Casteil– forma un solitario nido de águila construido al borde de un precipicio, elevando el imponente campanario cuadrado de su iglesia frente a las cimas. Es uno de los primeros edificios románicos de Cataluña, su construcción se remonta al año 1007. Desde el mirador que lo domina, sorprende el panorama salvaje que le sirve de escenario: picos vertiginosos sobre pinares escarpados, gargantas y torrentes. Magnífico.