El Col d'Izoard: afrontar un paso legendario del Tour de Francia

El Col d’Izoard: afrontar un paso legendario del Tour de Francia

¿Dijiste Izoard? ¡Que raro! Este paso que culmina a 2.360 metros sobre el nivel del mar, que marca la conexión entre los Alpes del Norte y los Alpes del Sur, debe su fama a su curiosa Casse Deserte, que se encuentra en la vertiente sur, en el lado de Queyras. Viniendo de Guillestre y de sus gargantas del Guil, la sinuosa carretera –abierta con fines estratégicos a finales del siglo XIX por el general Baron-Berge para unir Briançon con Château-Ville-Vieille– se vuelve terriblemente espesa desde Brunissard. De repente el bosque desaparece. Los corredores descubren otro planeta: el depósito de chatarra abandonado.

Una decoración como una amenaza.

Ante sus ojos, un entorno mineral y árido, formado por extraordinarios pedregales calcáreos, con picos cargneules que se elevan hacia el cielo como una amenaza. Una belleza sumamente salvaje y desolada, que casi inspira miedo. ¿Cómo no sentirse intimidado por este paisaje insólito, erizado de columnas de piedra, por estas rocas irregulares que han sido modeladas de forma extraña durante milenios por la erosión? “Allí no crece nada más que los corredores a los que empujan y les imponen multas”, describió el escritor Antoine Blondin, impresionado por este “naturaleza en expansión” dominado por el pico Rochebrune (3320 m).

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De camino al Col d’Izoard

Un lugar sagrado para el ciclismo.

Este campo de piedra, utilizado por el pelotón del Tour en 1922, se transformó en un campo de ruinas para muchos corredores. “Entramos en un universo extraño, es una especie de paso desde otro lugar, un poco como conducir sobre la luna”. comentó la pluma del equipo Philippe Bouvet. Especialmente en lo “Durante mucho tiempo, hasta mediados de los años 50, el camino fue un camino de piedras de cascajos, que a veces dejaban paso a la arcilla cuando el mal tiempo traía su nota siniestra a este lugar surgido de la nada”. Todos los campeones, casi por orgullo, quisieron brillar allí, ya que el Izoard se ha convertido en un lugar casi sagrado para el ciclismo.

Una de las grandes costumbres del ciclismo es tomar la delantera en la Casse Deserte.

Casi fuera de servicio, Eddy Merckx quiso hacerle honor en 1972, entrando primero y solo. Como Bernard Thévenet tres años después. Pero las estrellas de Izoard son los viejos enemigos italianos Gino Bartali y Fausto Coppi. Una imagen los muestra a ambos diminutos, solos en cabeza durante el Tour de 1949, sobre un miserable camino pedregoso, finalmente cómplices, turnándose, uniendo fuerzas contra esta montaña gigante, para poner cuatro minutos a la vista de los demás favoritos. Pequeño pero gigante. Como escribió Blondin en l’Izoard, el “pequeños correos (…) responden al gigantismo con otro gigantismo. »

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“El Tour se gana en Briançon antes que en París”, dijo Raphaël Geminiani, el ex corredor que se convirtió en director deportivo de Anquetil.

En la retro del Tour: las estrellas de Izoard

“Es un privilegio de Izoard distinguir al campeón”, dijo Jacques Goddet, el emblemático director del Tour de 1937 a 1988. Hoy una placa rinde homenaje a Fausto Coppi y Louison Bobet, dos héroes que hicieron de este paso su obsesión. El francés llegó primero a la cima en tres ocasiones (1950, 1953, 1954). En cuanto al italiano, tomó la delantera allí en 1949 –aunque dejó la victoria de etapa a Gino Bartali, que celebra su 35 cumpleaños– y luego en 1951. Para que conste, Coppi vendrá, en julio de 1953, con su prometida. en una escapada romántica para ver el pase del Tour en el Col de l’Izoard. » Es bello ! »lanza al pasar el campionísimo a Bobet en su bicicleta. » Gracias por haber venido ! », responde el francés.

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