Guardó monedas durante 45 años: nadie esperaba la increíble suma final
A veces el verdadero tesoro no está en la isla del pirata sino… ¡en el fondo de una botella de agua! La increíble historia de Otha Sanders nos recuerda que la paciencia (y un poquito de obsesión) pueden hacer crecer una fortuna céntimo a céntimo. Guardar monedas suena a costumbre de abuelos, pero este estadounidense elevó el arte del ahorro a un nivel que nadie esperaba.
El arte del ahorro: una lección que empieza temprano
Desde pequeños nos enseñan a ahorrar. ¿Quién no tuvo esa alcancía con forma de cerdito o su primera libreta de ahorros para niños? Ahorrar no es solo cuestión de billetes grandes; a veces todo comienza con una simple moneda suelta que sobra del cambio. Unos guardan unas pocas para el pasaje, otros para una urgencia, tal vez un viaje soñado. Pero lo de Otha Sanders va mucho más allá.
Otha Sanders y su obsesión por los céntimos
Para Otha Sanders, un estadounidense de 73 años, el ahorro fue casi una misión de vida. Su historia arranca el día que encontró su primer penny, esa insignificante moneda de un centavo tan común en Estados Unidos. Pero lo que es rutina para la mayoría, se transformó en una verdadera búsqueda del tesoro para él. Sanders comenzó a recolectar monedas perdidas en la calle, en la playa o donde fuera. Cada vez que podía, se aseguraba de recibir tres o cuatro monedas de un centavo de más en el cambio de cualquier compra. ¿El resultado? Decenas de miles de céntimos acumulados a lo largo de las décadas.
El propio Sanders llegó a considerar que todo iba más allá del simple hábito: había una especie de guiño divino. En una entrevista para la revista USA Today, explicó cómo a veces sentía que encontrar una moneda era una invitación de Dios a ser agradecido. Incluso confesó: «Hubo días en que no recé y, casi siempre, una moneda perdida se cruzaba en mi camino como recordatorio». Hay quienes encuentran señales en las nubes… Otha, en el suelo.
Un arsenal de botellones y un día de cuentas
Guardar tantas monedas no es poca cosa. Por eso, Sanders optó por lo práctico (y voluminoso): almacenar su tesoro en grandes botellones de agua de los que se usan en dispensadores, esos que nunca faltan en las oficinas sedientas. Así, año tras año, fue llenando y apilando hasta alcanzar nada menos que 55 botellones repletos a rebosar, cada uno con miles de monedas.
Tras 45 años de dedicación, llegó el gran día: tocaba contar cada centavo acumulado. Pero esta vez, decidió no hacerlo solo. Acompañado de cinco amigos, se presentó en la Ruston Origin Bank, en la ciudad de Ruston, Luisiana. Las caras de perplejidad de los empleados debieron ser antológicas. Porque claro, ¿qué harías si entran sesenta años de paciencia transformada en 55 botellones llenísimos?
Por supuesto, contar moneda a moneda estaba fuera de cuestión (ni siquiera con café suficiente). Así que recurrieron a las máquinas contadoras. El proceso fue maratoniano: casi cinco horas de zumbido de máquinas y montañas de céntimos saltando de un contenedor a otro. Finalmente, el contador dio su veredicto: ¡Otha Sanders había ahorrado exactamente 5.136,14 dólares! No será para una mansión en la playa, pero sí fue suficiente para enfrentar una factura dental pendiente. Parece que, al final, el dinero sí fue al diente…
Reflexión final: lo pequeño suma… y mucho
Esta asombrosa historia no es solo una anécdota simpática: es una oda a la constancia, la gratitud y al poder de los pequeños gestos. Sanders no cambió el mundo, pero sí logró, gracias a su perseverancia y a su fe en los pequeños milagros cotidianos, juntar una suma inesperada. La próxima vez que encuentres un centavo en la acera, tal vez te lo pienses dos veces antes de dejarlo allí: nunca se sabe qué puede desencadenar esa gota en el mar de los ahorros.
- Ahorrar puede empezar con una moneda suelta.
- A menudo, la constancia vence a la prisa.
- ¡Y recuerda: no desprecies los pequeños gestos!
